«Había, en algún lugar, un parque cargado de pinos negros y tilos, y una vieja casa que amaba. Poco importaba que estuviera lejos o cerca, que no pudiese ni calentar mi carne ni cobijarme, reducida aquí al papel de un sueño: bastaba que existiera para llenar mi noche de su presencia. Yo ya no era ese cuerpo encallado en el arenal, me orientaba, era el niño de esa casa, estaba lleno del recuerdo de sus aromas, lleno del frescor de sus vesítublos, lleno de las voces que la habían animado. Y hasta el canto de las ranas en las charcas que venía aquí a reunirse conmigo. Necesitaba esos miles de puntos de referencia para reconocer yo mismo, para descubrir de qué ausencias estaba hecho el sabor de este desierto, para encontrar un sentido a este silencio hecho de miles de silencios, donde las ranas mismas se callaban.»Antoine de Saint-Éxupery -Terre des hommes
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