martes, 12 de mayo de 2009

Sombra I

Saludamos como héroes que resucitan a los muertos. Me crecía. El pecho se me llenaba de aire. Pero, de repente, comprendí. Nosotros éramos algo realmente importante, el centro del mundo. Y volví a encogerme como un caracol. Me temblaban las piernas. El maletín del saxo me pesaba como robado a un mendigo. Me sentía un farsante.

Un saxo en la niebla- Manuel Rivas

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